Nueva Zelanda: tierras maoríes, paisajes de cine y aventura a flor de piel

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Auckland: entre volcanes, bahías y cultura vibrante

Tu viaje comienza en Auckland, una ciudad que late entre colinas volcánicas, playas urbanas y una energía polinesia que lo impregna todo. Desde el cráter del Mount Eden tendrás unas vistas panorámicas espectaculares de la ciudad. También puedes acercarte al One Tree Hill, otro volcán cargado de historia y con un profundo significado para los maoríes.

Haz una excursión en ferry a Waiheke Island: recórrela en bicicleta eléctrica y disfruta de catas de vino en bodegas junto al mar. ¿Prefieres algo de playa? Entonces dirígete a Mission Bay o Takapuna, con vistas al volcán Rangitoto, que también puedes explorar a pie.Sumérgete en el arte de la Auckland Art Gallery y no dejes de visitar el Auckland War Memorial Museum, donde podrás presenciar una demostración de haka y aprender sobre las culturas del Pacífico. Por la noche, los bares con azotea de Britomart o Commercial Bay te ofrecen una copa con vistas al puerto iluminado.

Rotorua y Taupo: geotermia, cultura maorí y lagos humeantes

Rotorua te recibe con su característico olor a azufre y un paisaje que parece de otro planeta. Géisers, piscinas de barro burbujeante y fuentes termales brotan de la tierra en lugares como Te Puia o el Whakarewarewa – The Living Maori Village, donde descubrirás cómo aprovechan los maoríes esta energía natural.

Anímate a una tirolina entre secuoyas en el bosque de Redwoods o camina por el Treewalk iluminado al anochecer. Y si te apetece relajarte, nada mejor que un baño en las Secret Spot Hot Tubs, rodeadas de vegetación. En Taupo, el inmenso lago te espera, al igual que las impresionantes tallas maoríes que puedes descubrir en kayak.

No te pierdas las Huka Falls: el estruendo del agua turquesa es espectacular. Si te gusta la adrenalina, tienes opciones de jet boat, parapente o incluso salto en paracaídas con vistas al lago. Y si prefieres un plan más tranquilo, acércate a las Orakei Korako Caves, un parque geotermal mucho más apartado y sosegado.

Wellington: la capital creativa junto al mar

Compacta, pero con mucha personalidad, Wellington combina un entorno natural precioso con una escena cultural de lo más animada. Pasea por Cuba Street, llena de tiendas independientes, cafeterías con encanto y música en directo. Sube en el famoso Cable Car y baja a pie atravesando los jardines botánicos. En el museo Te Papa, gratuito, encontrarás desde historia maorí hasta un calamar gigante a tamaño real.

Si te apetece mar, alquila una bicicleta y pedalea por la costa hasta el faro de Evans Bay, o súbete a un kayak. Y si buscas algo más salvaje, visita Zealandia, un santuario donde habitan especies únicas como el tuatara o el takahe. ¿Te interesa la historia reciente? Entonces apúntate a una visita guiada al Parlamento y a su famoso edificio en forma de colmena, The Beehive.

Nelson y Abel Tasman: playas doradas y senderos junto al mar

Nelson, con su clima soleado y ambiente relajado, te invita a tomarte las cosas con calma. Pasea por su mercado local, prueba cervezas artesanas o alquila una bici para explorar los alrededores.Desde aquí puedes acceder al Parque Nacional Abel Tasman, un paraíso costero que puedes recorrer a pie, en kayak o en barco. Bahías como Anchorage, Bark Bay o Torrent Bay te recibirán con aguas cristalinas y arenas doradas.

Haz snorkel, súbete a un velero o, si buscas algo diferente, sobrevuela el parque en avioneta. También puedes acercarte a Wharariki Beach, una playa salvaje con formaciones rocosas de otro mundo, o explorar las dunas y observar aves en Farewell Spit.

Kaikoura y Christchurch: fauna marina y ciudades que renacen

En Kaikoura, las montañas se funden con el mar y la fauna está por todas partes. Súbete a un barco para avistar ballenas o delfines, o atrévete a nadar con focas en libertad. No te pierdas la Peninsula Walkway, especialmente al amanecer: las vistas son de película.En Christchurch, una ciudad que ha sabido reinventarse tras los terremotos, el arte urbano se mezcla con la arquitectura contemporánea, como en la original Cardboard Cathedral.

Disfruta del ambiente en el Riverside Market, haz un picnic en los Jardines Botánicos o visita el Antarctic Centre, donde recrean tormentas polares y te enseñan cómo se prepara una expedición a la Antártida. Si viajas con niños, el Margaret Mahy Playground es parada obligatoria: es uno de los parques infantiles más grandes del hemisferio sur.

Aoraki / Mount Cook: glaciares, estrellas y montañas sagradas

El Parque Nacional Aoraki / Mount Cook es una joya alpina. Recorre el Hooker Valley Track, una ruta fácil con vistas espectaculares del glaciar y del monte más alto del país.También puedes hacer el Tasman Glacier Walk o navegar entre icebergs en el lago. Si te apetece más aventura, sobrevuela la zona en avioneta y pisa nieve virgen sobre un glaciar.Por la noche, prepárate para uno de los cielos más impresionantes del planeta: estás en una Dark Sky Reserve, sin contaminación lumínica, ideal para ver la Vía Láctea y estrellas fugaces.Visita el Sir Edmund Hillary Alpine Centre y, si te gusta el deporte, recorre en bici o a pie un tramo del Alps2Ocean Trail.

Queenstown y Wanaka: emoción, lagos y paisajes de postal

Queenstown es la capital de la aventura. Aquí puedes lanzarte en bungee desde el Kawarau Bridge, hacer jet boat en el Shotover River, esquiar (si vas en invierno) o volar en parapente.Pero también hay espacio para la calma: haz una cata de vinos en Gibbston Valley, sube al Ben Lomond caminando o navega por el lago a bordo del histórico barco de vapor TSS Earnslaw.

Wanaka, más tranquila, te invita a remar por el lago, fotografiar su famoso árbol solitario recorrer el

Mount Iron Track. Si quieres una caminata menos concurrida que la de Roy’s Peak, prueba el Isthmus Peak: las vistas merecen la pena. Y si te apetece un plan original, visita el Puzzling World, un parque lleno de ilusiones ópticas y laberintos.

Fiordland: silencio, niebla y naturaleza salvaje

Milford Sound es sobrecogedor, pero Doubtful Sound es aún más remoto y silencioso. Haz un crucero por sus aguas profundas o pasa una noche a bordo para despertarte rodeado de fiordos y niebla. Además de los cruceros, puedes caminar por rutas míticas como el Milford Track o el Kepler Track, este último con panorámicas increíbles de lagos y montañas.

Desde Te Anau, acércate a las Glowworm Caves, unas cuevas subterráneas iluminadas por miles de gusanos luminosos que parecen estrellas. También puedes explorar el lago Manapouri o subirte a una avioneta para sobrevolar los fiordos y verlos desde el cielo.

Nueva Zelanda no se visita, se vive. Es mucho más que un destino: es una experiencia en todos los sentidos. La tierra cruje, el cielo deslumbra y la cultura maorí te abraza. Desde los cantos ancestrales hasta los glaciares milenarios, pasando por fiordos remotos y volcanes dormidos, todo aquí tiene alma. Vas a recorrer paisajes que cambian a cada paso, vas a sentir que el mundo se ensancha… y que tú también. En Nueva Zelanda no eres solo un viajero: eres parte del lugar, aunque solo sea por un instante.