
Salzburgo nos susurró algo que no hemos podido olvidar
No era la primera vez que viajábamos juntos, pero aquella vez fue distinta. Era mayo y la primavera apenas comenzaba a despertar entre las piedras centenarias. Aún quedaban huellas del invierno, como si la ciudad estuviera entre estaciones, entre respiraciones. Llegamos a Salzburgo con los sentidos abiertos, sin un plan detallado. Solo intuiciones. Y una necesidad compartida: detener el tiempo. Encontrarnos en algo que no fuera ruido.